http://www.mdzol.com/mdz/nota/387402
Cuando leemos en los diarios que una persona decidió no recibir transfusiones de sangre por cuestiones religiosas, pero que ahora recibió cinco balazos y bueno, habría que rever su postura a pedido de un familiar, me parece que estamos asistiendo, como tantas otras veces en nuestra hipócrita sociedad, a la justificación pública del renuncio, del agache, de la apología de la conveniencia cortoplacista.
Antes de seguir, aclaro que no comparto la religión de este muchacho baleado en un asalto (ni ninguna otra), por lo que tampoco comparto su punto de vista de morir por un dios, pero me parece vergonzoso que en algunos medios se lo desacredite en sus creencias. O sea, estamos convalidando el “te acompaño en las buenas, pero en las malas me abro”.
Si una persona toma una decisión en momentos de tranquilidad, ¿por qué deberían dejar de ser válidas las mismas en cuanto las aguas bajan turbias? Es el razonamiento que, como sociedad, nos ha llevado a votar a alguien y putearlo a los seis meses, como si el hombre hubiera bajado de un platillo volador.
En definitiva, si este joven era Testigo de Jehová en la salud, y como tal renunció a todo lo que para su religión es pecado, entre otras cosas a las transfusiones de sangre, pues bienvenido sea un coherente. ¿No recitan la mayoría de los cristianos diez mandamientos, el primero de los cuales dice que van a amar a dios por sobre todas las cosas? ¿No es este pibe alguien que está cumpliendo con ese precepto? Es hasta irrisorio que, en la misma semana en la que se aprueba la ley de “muerte digna”, se le cuestione a un ciudadano que decida sobre su vida por cuestiones religiosas, en un país en donde la grandísima mayoría de los funcionarios, al asumir, piden en su juramento “que dios se los demande” si no cumplen.
En mi opinión hay mucha hipocresía entre quienes se acuerdan de su dios cuando tienen un problema, pero se olvidan de él cuando la billetera les sonríe. Deberían cuestionarse seriamente si son creyentes o simplemente flojos, intentando aprovechar las ventajas del club pero sin pagar la cuota.
Finalizando, me encantaría que el muchacho en cuestión sobreviva a este triste momento por el que atraviesa y viva por muchos años más. Pero espero fervientemente, aun desde el disenso más profundo con su creencia, que como sociedad se la respetemos, y dejemos de tratarlo como a un estúpido por mantener su postura, en las buenas y en las malas.
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