El Gallo del Matadero, un vecino de Ordes de 73 años y habitual de ese arenal del que toma su nombre de bañista, tuvo que ser rescatado del mar ayer sobre la una menos veinte de la tarde. El hombre, de nombre Ángel, gritó al ver que no podía salir del agua y que las olas lo arrastraban, pero, como acostumbra a canturrear durante sus baños, las personas que estaban en el arenal no pensaron, en un primer momento, que los gritos eran de auxilio.
Según un grupo de personas con las que acostumbra a estar en la playa, el hombre desayunó fuerte sobre las diez de la mañana, un poco de carne de cerdo, se echó a descansar y después se metió en el agua. «No me extrañaría que le hubiera dado un corte de digestión», explicaba otro bañista.
Alfonso, otro fijo de esta playa y que se encontraba en la orilla, al darse cuenta de la situación de Ángel, alertó a unos jóvenes. Manuel Loureda, un vigilante de seguridad, se tiró al mar.
El «héroe»
«Es el héroe», comentaban entre bromas sus amigos, después del suceso. Manuel reconocía que le costó sacarlo, que Ángel, aunque de baja estatura, es corpulento. Recibió ayuda para sacarlo de David Vázquez, un joven también de Monte Alto con el que había bajado a la arena para jugar al fútbol.
El rescatado estaba semiinconsciente y fue evacuado a un centro médico por una ambulancia del 061, cuya presencia, al igual que la de un coche de la Policía Nacional, provocó expectación en la zona de la fuente de los surfistas.
El Gallo del Matadero es un personaje singular, muy conocido porque aprovecha todos los días que puede para bajar a la playa. Su intervención en un programa televisivo mostrando sus habilidades onomatopéyicas con el quiquiriquí y otros sonidos de animales solo agrandó su fama en el barrio. Ángel, según explicaban ayer otros bañistas, es un hombre de costumbres fijas. Llega en su coche desde Ordes sobre las ocho y media o nueve de la mañana, se pega un baño y alterna tomar el sol con constantes chapuzones y con comer la comida que trae preparada y que toma mirando el mar al lado de la estatua de la sirenita. Aunque no sabe nadar, se zambulle en la orilla y le gusta dar vueltas. Ayer su afición le costó un gran susto.
«Se había bañado también a las ocho y estaba solo; hubiera sido mucho peor si le llega a ocurrir algo», explicaba Ángeles, que presenció el suceso y que aseguraba que a Ángel le gusta mucho la playa y solo falla cuando el mal tiempo le impide acudir al arenal.
Según explicó él mismo ante las cámaras de televisión, es una rutina que mantiene desde hace tres lustros. Está separado desde hace unos cuarenta años, fracasó en los intentos de encontrar nueva pareja y tiene cuatro hijos. Ángel reconocía que había encontrado la seguridad al hacerse testigo de Jehová, ya que opina que seguir sus recomendaciones lo hace feliz. Está tan convencido de sus ideas que incluso hace proselitismo en la playa.
«Se había bañado también a las ocho y estaba solo; hubiera sido mucho peor si le ocurre algo»
Según un grupo de personas con las que acostumbra a estar en la playa, el hombre desayunó fuerte sobre las diez de la mañana, un poco de carne de cerdo, se echó a descansar y después se metió en el agua. «No me extrañaría que le hubiera dado un corte de digestión», explicaba otro bañista.
Alfonso, otro fijo de esta playa y que se encontraba en la orilla, al darse cuenta de la situación de Ángel, alertó a unos jóvenes. Manuel Loureda, un vigilante de seguridad, se tiró al mar.
El «héroe»
«Es el héroe», comentaban entre bromas sus amigos, después del suceso. Manuel reconocía que le costó sacarlo, que Ángel, aunque de baja estatura, es corpulento. Recibió ayuda para sacarlo de David Vázquez, un joven también de Monte Alto con el que había bajado a la arena para jugar al fútbol.
El rescatado estaba semiinconsciente y fue evacuado a un centro médico por una ambulancia del 061, cuya presencia, al igual que la de un coche de la Policía Nacional, provocó expectación en la zona de la fuente de los surfistas.
El Gallo del Matadero es un personaje singular, muy conocido porque aprovecha todos los días que puede para bajar a la playa. Su intervención en un programa televisivo mostrando sus habilidades onomatopéyicas con el quiquiriquí y otros sonidos de animales solo agrandó su fama en el barrio. Ángel, según explicaban ayer otros bañistas, es un hombre de costumbres fijas. Llega en su coche desde Ordes sobre las ocho y media o nueve de la mañana, se pega un baño y alterna tomar el sol con constantes chapuzones y con comer la comida que trae preparada y que toma mirando el mar al lado de la estatua de la sirenita. Aunque no sabe nadar, se zambulle en la orilla y le gusta dar vueltas. Ayer su afición le costó un gran susto.
«Se había bañado también a las ocho y estaba solo; hubiera sido mucho peor si le llega a ocurrir algo», explicaba Ángeles, que presenció el suceso y que aseguraba que a Ángel le gusta mucho la playa y solo falla cuando el mal tiempo le impide acudir al arenal.
Según explicó él mismo ante las cámaras de televisión, es una rutina que mantiene desde hace tres lustros. Está separado desde hace unos cuarenta años, fracasó en los intentos de encontrar nueva pareja y tiene cuatro hijos. Ángel reconocía que había encontrado la seguridad al hacerse testigo de Jehová, ya que opina que seguir sus recomendaciones lo hace feliz. Está tan convencido de sus ideas que incluso hace proselitismo en la playa.
«Se había bañado también a las ocho y estaba solo; hubiera sido mucho peor si le ocurre algo»
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