El acusado, Nelson Matías, tendría 30 años. Fue acusado de matar a cuchilladas a una mujer y a su hija discapacitada.
Con menos de dos meses por delante, la investigación por el bárbaro crimen de una mujer y de su hija aminorada mental podría cerrarse. La prescripción del doble homicidio cometido por Nelson Matías “Almita” Oliva quedaría impune. El joven fue conocido con ese apodo, ya que nunca más se supo de él pese a que la Policía jamás dejó de buscarlo.
El caso creció en misterio luego de que se conocieran pormenores del hecho.
Los cadáveres de Francisca (56) y de su hija discapacitada Mirta (28) fueron descubiertos en su casa del barrio capitalino Norte Grande, por Juan Lamas, hijo de la primera, quien regresaba de un curso sobre manejo agrícola en el norte de la provincia.
La familia, profesante del culto Testigos de Jehová, estaba compuesta por esas tres personas. Las mujeres pasaban casi todo el día solas en su casa, y salían de vez en cuando para hacer las compras.
Si bien el doble asesinato fue descubierto a 48 horas de ocurrido, dos pistas sirvieron para vincular a “Almita” con el hecho. Una campera encontrada en la escena del crimen, que fue reconocida por sus familiares, y una huella de una zapatilla Topper, que luego se comprobó que pertenecía a Oliva.
El perfil del muchacho, conocido de las víctimas desde pequeño, llamó la atención de los detectives. Las primeras averiguaciones indicaban que era un chico normal, que trabajaba en la construcción y que era un lector fanático de libros sobre esoterismo.
Nunca estuvo claro el móvil del crimen. En el lugar no faltaba nada, como para suponer un robo. No había tampoco, señales de lucha. Tampoco había rastros de abuso sexual ni nada que disparara un ataque.
Pero sí estaba claro que en el asesino había actuado con saña. Francisca sufrió tres puñaladas y su hija, once.
La agresión y los relatos satánicos que el joven desplegaba en sus momentos de alcohol y el credo de las víctimas hicieron pensar en un ritual maldito.
Actualmente, el caso está en manos del juez de Instrucción Formal 1, Martín Pérez, mientras que la pesquisa operativa sigue a cargo de la División de Inteligencia Criminal.
En estos casi doce años de búsqueda, los investigadores han recorrido la provincia palmo a palmo y seguido pistas por diferentes ciudades argentinas y de países limítrofes.
Pero “Almita”, figura emblemática del fracaso policial, se esfuma.
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