Núm. 1: Eclesiastés 6:1-12
Núm. 2: ¿Qué indica el aumento del desafuero? (rs pág. 422 párr. 4–pág. 423 párr. 1)
Núm. 3: Por qué un cristiano genuino obedece la exhortación de Romanos 12:19
(Eclesiastés 1:1-6:12)
Eclesiastés 11 Las palabras del congregador, el hijo de David el rey en Jerusalén. 2 “¡La mayor de las vanidades! —ha dicho el congregador—, ¡la mayor de las vanidades! ¡Todo es vanidad!” 3 ¿Qué provecho tiene el hombre en todo su duro trabajo en que trabaja duro bajo el sol? 4 Una generación se va, y una generación viene; pero la tierra subsiste aun hasta tiempo indefinido. 5 Y el sol también ha salido fulguroso, y el sol se ha puesto, y viene jadeante a su lugar de donde va a salir fulguroso. 6 El viento va hacia el sur, y da la vuelta en movimiento circular hacia el norte. Él va girando y girando de continuo en forma de círculo, y sin demora vuelve el viento a sus movimientos circulares. 7 Todos los torrentes invernales salen al mar; no obstante, el mar mismo no está lleno. Al lugar para donde salen los torrentes invernales, allí regresan para poder salir. 8 Todas las cosas son fatigosas; nadie puede hablar de ello. El ojo no se satisface de ver, ni se llena el oído de oír. 9 Lo que ha llegado a ser, eso es lo que llegará a ser; y lo que se ha hecho, eso es lo que se hará; y por eso no hay nada nuevo bajo el sol. 10 ¿Existe cosa alguna de la cual se pueda decir: “Mira esto; es nuevo”? Ya ha tenido existencia por tiempo indefinido; lo que ha venido a la existencia es desde tiempo anterior a nosotros. 11 No hay recuerdo de la gente de tiempos pasados; tampoco lo habrá de los que también llegarán a ser más tarde. Resultará que no habrá recuerdo ni siquiera de ellos entre los que han de llegar a ser más tarde aún. 12 Yo, el congregador, estaba de rey sobre Israel en Jerusalén. 13 Y puse mi corazón a buscar y explorar la sabiduría con relación a todo cuanto se ha hecho bajo los cielos... la ocupación calamitosa que Dios ha dado a los hijos de la humanidad en qué ocuparse. 14 Vi todas las obras que se habían hecho bajo el sol, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento. 15 Lo que se hace torcido no se puede enderezar, y no hay manera de contar lo que falta. 16 Yo, yo mismo, hablé con mi corazón, y dije: “¡Mira! Yo mismo he aumentado mucho en sabiduría, más que cualquiera que, según sucedió, me antecedió en Jerusalén, y mi propio corazón vio muchísima sabiduría y conocimiento”. 17 Y procedí a dar mi corazón a conocer la sabiduría y a conocer la locura, y he llegado a conocer la tontería, que esto también es un esforzarse tras viento. 18 Porque en la abundancia de sabiduría hay abundancia de irritación, de modo que el que aumenta el conocimiento aumenta el dolor.
Eclesiastés 2
Eclesiastés 2
2 Dije yo, yo mismo, en mi corazón: “De veras ven ahora, déjame probarte con regocijo. También, ve lo bueno”. Y, ¡mira!, eso también era vanidad. 2 Dije a la risa: “¡Demencia!”, y al regocijo: “Esto, ¿qué logra?”. 3 Exploré con mi corazón mediante alegrar mi carne aun con vino, mientras conducía mi corazón con sabiduría, aun para echar mano de la tontería hasta que viera yo qué bien había para los hijos de la humanidad en lo que ellos hacían bajo los cielos por el número de los días de su vida. 4 Me ocupé en mayores obras. Me edifiqué casas; me planté viñas. 5 Me hice jardines y parques, y en ellos planté árboles frutales de toda suerte. 6 Me hice estanques de agua, para regar con ellos el bosque, donde brotaban árboles. 7 Adquirí siervos y siervas, y llegué a tener hijos de la casa. También llegué a tener ganado, vacadas y rebaños en gran cantidad, más que todos los que, según sucedió, me antecedieron en Jerusalén. 8 Acumulé también para mí plata y oro, y propiedad propia de reyes y de los distritos jurisdiccionales. Me hice cantores y cantoras, y los deleites exquisitos de los hijos de la humanidad, una dama, sí, damas. 9 Y llegué a ser mayor y aumenté más que cualquiera que, según sucedió, me antecedió en Jerusalén. Además, mi propia sabiduría permaneció mía. 10 Y nada de lo que mis ojos pidieron mantuve alejado de ellos. No retuve mi corazón de ninguna clase de regocijo, pues mi corazón estaba gozoso a causa de todo mi duro trabajo, y esta vino a ser mi porción de todo mi duro trabajo. 11 Y yo, yo mismo, me volví hacia todas las obras mías que mis manos habían hecho, y hacia el duro trabajo que yo había trabajado duro para lograr, y, ¡mira!, todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviera de ventaja bajo el sol. 12 Y yo, yo mismo, me volví para ver la sabiduría y la locura y la tontería; pues, ¿qué puede hacer el hombre terrestre que entre tras el rey? La cosa que la gente ya ha hecho. 13 Y vi, yo mismo, que existe más ventaja para la sabiduría que para la tontería, tal como hay más ventaja para la luz que para la oscuridad. 14 Respecto al sabio, tiene los ojos en la cabeza; pero el estúpido va andando en pura oscuridad. Y he llegado a saber, yo también, que hay un mismo suceso resultante que les sucede a todos ellos. 15 Y yo mismo dije en mi corazón: “Un suceso resultante como el del estúpido me sucederá a mí, sí, a mí”. ¿Por qué, entonces, me había hecho yo sabio, yo en demasía en aquel tiempo? Y hablé en mi corazón: “Esto también es vanidad”. 16 Pues no hay más recuerdo del sabio que del estúpido hasta tiempo indefinido. En los días que ya están entrando, todos ciertamente quedan olvidados; y ¿cómo morirá el sabio? Junto con el estúpido. 17 Y odié la vida, porque el trabajo que se ha hecho bajo el sol era calamitoso desde mi punto de vista, porque todo era vanidad y un esforzarse tras viento. 18 Y yo, yo mismo, odié todo mi duro trabajo en que estaba trabajando duro bajo el sol, que dejaría atrás para el hombre que llegaría a ser después de mí. 19 ¿Y quién hay que sepa si él resultará ser sabio o tonto? Sin embargo, él asumirá el control de todo mi duro trabajo en que trabajé duro y en el que mostré sabiduría bajo el sol. Esto también es vanidad. 20 Y yo mismo me volví para hacer desesperar mi corazón por todo el duro trabajo en que yo había trabajado duro bajo el sol. 21 Porque existe el hombre cuyo duro trabajo ha sido con sabiduría y con conocimiento y con pericia sobresaliente, pero a un hombre que no ha trabajado duro en tal cosa se dará la porción de aquel. Esto también es vanidad y una calamidad grande. 22 Pues, ¿qué llega a tener un hombre por todo su duro trabajo y por el esfuerzo de su corazón con que trabaja duro bajo el sol? 23 Porque todos sus días su ocupación significa dolores e irritación; también, durante la noche su corazón simplemente no se acuesta. Esto también es simple vanidad. 24 En cuanto al hombre, no hay nada mejor [que] el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. Esto también lo he visto, yo mismo, que esto proviene de la mano del Dios [verdadero]. 25 Pues, ¿quién come y quién bebe mejor que yo? 26 Porque al hombre que es bueno delante de él, él ha dado sabiduría y conocimiento y regocijo, pero al pecador ha dado la ocupación de recoger y reunir simplemente para dar al que es bueno delante del Dios [verdadero]. Esto también es vanidad y un esforzarse tras viento.
Eclesiastés 3
Eclesiastés 3
3 Para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para todo asunto bajo los cielos: 2 tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de desarraigar lo que se haya plantado; 3 tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de derribar y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de plañir y tiempo de dar saltos; 5 tiempo de desechar piedras y tiempo de reunir piedras; tiempo de abrazar y tiempo de mantenerse alejado de los abrazos; 6 tiempo de buscar y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar y tiempo de desechar; 7 tiempo de rasgar y tiempo de unir cosiendo; tiempo de callar y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo para guerra y tiempo para paz. 9 ¿Qué ventaja hay para el hacedor en aquello en que está trabajando duro? 10 He visto la ocupación que Dios ha dado a los hijos de la humanidad en qué ocuparse. 11 Todo lo ha hecho bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios [verdadero] ha hecho desde el comienzo hasta el fin. 12 He llegado a saber que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la vida de uno; 13 y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios. 14 He llegado a saber que todo lo que el Dios [verdadero] hace, resultará ser hasta tiempo indefinido. A ello no hay nada que añadir y de ello no hay nada que sustraer; sino que el Dios [verdadero] mismo lo ha hecho, para que la gente tema a causa de él. 15 Lo que sucede que ha sido, ya había sido; y lo que ha de llegar a ser, ya ha resultado ser; y el Dios [verdadero] mismo continúa buscando aquello tras lo cual se sigue. 16 Y además he visto bajo el sol el lugar de la justicia donde había iniquidad, y el lugar de la rectitud donde estaba la iniquidad. 17 Yo mismo he dicho en mi corazón: “El Dios [verdadero] juzgará tanto al justo como al inicuo, porque hay un tiempo para todo asunto y respecto a toda obra allá”. 18 Yo, yo mismo, he dicho en mi corazón, tocante a los hijos de la humanidad, que el Dios [verdadero] va a seleccionarlos, para que vean que ellos mismos son bestias. 19 Porque hay un suceso resultante respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante respecto a la bestia, y ellos tienen el mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra; y todos tienen un solo espíritu, de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia, porque todo es vanidad. 20 Todos van a un solo lugar. Del polvo han llegado a ser todos, y todos vuelven al polvo. 21 ¿Quién hay que conozca el espíritu de los hijos de la humanidad, si asciende hacia arriba; y el espíritu de la bestia, si desciende hacia abajo a la tierra? 22 Y he visto que no hay nada mejor que el que el hombre se regocije en sus obras, pues esa es su porción; porque, ¿quién lo hará venir para que mire lo que va a ser después de él?
Eclesiastés 4
Eclesiastés 4
4 Y yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo bajo el sol, y, ¡mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que no tenían consolador. 2 Y felicité a los muertos que ya habían muerto, más bien que a los vivos que todavía vivían. 3 De modo que mejor que ambos [es] el que todavía no ha llegado a ser, que no ha visto la obra calamitosa que se está haciendo bajo el sol. 4 Y yo mismo he visto todo el duro trabajo y toda la pericia sobresaliente en el trabajo, que significa la rivalidad de uno para con otro; esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento. 5 El estúpido está cruzando las manos y está comiendo su propia carne. 6 Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento. 7 Yo mismo regresé para ver la vanidad bajo el sol: 8 Existe uno solo, pero no el segundo; además, no tiene hijo ni hermano, pero no hay fin a todo su duro trabajo. También, sus ojos mismos no están satisfechos con riquezas: “¿Y para quién estoy trabajando duro y haciendo que mi alma carezca de cosas buenas?”. Esto también es vanidad, y es una ocupación calamitosa. 9 Mejores son dos que uno, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. 10 Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio. Pero ¿cómo le irá al que está solo y cae cuando no hay otro que lo levante? 11 Además, si dos se acuestan juntos, entonces ciertamente se calientan; pero ¿cómo puede mantenerse caliente uno solo? 12 Y si alguien pudiera subyugar a uno solo, dos juntos podrían mantenerse firmes contra él. Y una cuerda triple no puede ser rota en dos pronto. 13 Mejor es un niño necesitado, pero sabio, que un rey viejo, pero estúpido, que no ha llegado a saber lo suficiente como para que se le advierta ya más. 14 Pues él ha salido de la mismísima casa de encierro para llegar a ser rey, aunque en la gobernación real de este había nacido como uno de escasos recursos. 15 He visto a todos los vivientes que andan de acá para allá bajo el sol, [como sucede] con el niño, que es segundo, que se pone de pie en el lugar del otro. 16 No hay fin de todo el pueblo, de todos aquellos delante de quienes sucedió que él estuvo; tampoco se regocijará por él la gente después, pues esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento.
Eclesiastés 5
Eclesiastés 5
5 Guarda tus pies siempre que vayas a la casa del Dios [verdadero]; y que haya un acercarse para oír, más bien que para dar un sacrificio como hacen los estúpidos, porque ellos no se dan cuenta de que hacen lo que es malo. 2 No te des prisa respecto a tu boca; y en cuanto a tu corazón, no se apresure a producir una palabra ante el Dios [verdadero]. Porque el Dios [verdadero] está en los cielos, pero tú estás en la tierra. Por eso deben resultar pocas tus palabras. 3 Porque ciertamente viene un sueño a causa de la abundancia de ocupación, y la voz del estúpido a causa de la abundancia de palabras. 4 Siempre que hagas un voto a Dios, no titubees en pagarlo, porque no hay deleite en los estúpidos. Lo que prometes en voto, págalo. 5 Mejor es que no hagas voto que el que hagas voto y no pagues. 6 No permitas que tu boca haga pecar a tu carne; tampoco digas delante del ángel que fue una equivocación. ¿Por qué debe indignarse el Dios [verdadero] a causa de tu voz y tener que destrozar la obra de tus manos? 7 Porque debido a la abundancia [de ocupación] hay sueños, y hay vanidades y palabras en abundancia. Pero tú teme al Dios [verdadero] mismo. 8 Si ves que se oprime a la persona de escasos recursos y que con violencia se quita el juicio y la justicia en un distrito jurisdiccional, no te asombres del asunto, pues uno que es más alto que el alto está vigilando, y hay quienes están muy por encima de ellos. 9 También, el provecho de la tierra está entre todos ellos; al rey mismo se ha servido por un campo. 10 Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos. Esto también es vanidad. 11 Cuando las cosas buenas llegan a ser muchas, los que las comen ciertamente llegan a ser muchos. ¿Y qué ventaja hay para el magnífico dueño de ellas, fuera de mirar[las] con los ojos? 12 Dulce es el sueño del que rinde servicio, sin importar que sea poco o mucho lo que coma; pero la abundancia que pertenece al rico no le permite dormir. 13 Existe una grave calamidad que he visto bajo el sol: riquezas que se tienen guardadas para su magnífico dueño para calamidad de este. 14 Y esas riquezas han perecido a causa de una ocupación calamitosa, y él ha llegado a ser padre de un hijo cuando no hay absolutamente nada en su mano. 15 Tal como uno ha salido del vientre de su madre, desnudo volverá a irse, tal como vino; y absolutamente nada puede uno llevarse por su duro trabajo, que pueda llevarse con la mano. 16 Y esto también es grave calamidad: exactamente como uno ha venido, así se irá; y ¿qué provecho hay para el que sigue trabajando duro para el viento? 17 También, todos sus días él come en la oscuridad misma, con muchísima irritación, con enfermedad de su parte y [causa para] indignación. 18 ¡Mira! La mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es bella, es que uno coma y beba y vea el bien por todo su duro trabajo con el cual trabaja duro bajo el sol por el número de los días de su vida que el Dios [verdadero] le ha dado, porque esa es su porción. 19 También, a todo hombre a quien el Dios [verdadero] ha dado riquezas y posesiones materiales, también lo ha facultado para comer de ello y para llevarse su porción y para regocijarse con su duro trabajo. Este es el don de Dios. 20 Pues no se acordará frecuentemente de los días de su vida, porque el Dios [verdadero lo] tiene absorto en el regocijo de su corazón.
Eclesiastés 6
6 Existe una calamidad que he visto bajo el sol, y es frecuente entre la humanidad: 2 un hombre a quien el Dios [verdadero] da riquezas y posesiones materiales y gloria y que, para su alma, no necesita ninguna de las cosas por las que muestra anhelo, y sin embargo el Dios [verdadero] no lo habilita para comer de ello, aunque un simple extranjero puede comerlo. Esto es vanidad y es una enfermedad mala. 3 Si un hombre llegara a ser padre cien veces, y viviera muchos años, de modo que los días de sus años llegaran a ser numerosos, pero su propia alma no está satisfecha con cosas buenas y ni siquiera el sepulcro ha llegado a ser suyo, tengo que decir que mejor le va a uno que nace prematuramente que a él. 4 Pues en vano ha venido este, y en oscuridad se va, y con oscuridad quedará cubierto su propio nombre. 5 Ni siquiera ha visto el sol mismo, ni lo ha conocido. Este tiene descanso más bien que aquel. 6 Aun suponiendo que haya vivido mil años dos veces y sin embargo no haya visto lo que es bueno, ¿no es a un solo lugar adonde todos van? 7 Todo el duro trabajo de la humanidad es para su boca, pero aun su propia alma no se llena. 8 Pues, ¿qué ventaja le lleva el sabio al estúpido? ¿Qué tiene el afligido al saber andar enfrente de los vivientes? 9 Mejor es el ver de los ojos que el andar de un lugar a otro del alma. Esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento. 10 Cualquier cosa que haya llegado a ser, su nombre ya ha sido pronunciado, y se ha llegado a saber lo que es el hombre; y él no puede defender su causa con uno que es más poderoso que él. 11 Dado que existen muchas cosas que causan mucha vanidad, ¿qué ventaja tiene el hombre? 12 Pues, ¿quién hay que sepa cuál es el bien que el hombre tiene en la vida por el número de los días de su vida vana, cuando él los pasa como una sombra? Pues, ¿quién puede decir al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?
Eclesiastés 6
6 Existe una calamidad que he visto bajo el sol, y es frecuente entre la humanidad: 2 un hombre a quien el Dios [verdadero] da riquezas y posesiones materiales y gloria y que, para su alma, no necesita ninguna de las cosas por las que muestra anhelo, y sin embargo el Dios [verdadero] no lo habilita para comer de ello, aunque un simple extranjero puede comerlo. Esto es vanidad y es una enfermedad mala. 3 Si un hombre llegara a ser padre cien veces, y viviera muchos años, de modo que los días de sus años llegaran a ser numerosos, pero su propia alma no está satisfecha con cosas buenas y ni siquiera el sepulcro ha llegado a ser suyo, tengo que decir que mejor le va a uno que nace prematuramente que a él. 4 Pues en vano ha venido este, y en oscuridad se va, y con oscuridad quedará cubierto su propio nombre. 5 Ni siquiera ha visto el sol mismo, ni lo ha conocido. Este tiene descanso más bien que aquel. 6 Aun suponiendo que haya vivido mil años dos veces y sin embargo no haya visto lo que es bueno, ¿no es a un solo lugar adonde todos van? 7 Todo el duro trabajo de la humanidad es para su boca, pero aun su propia alma no se llena. 8 Pues, ¿qué ventaja le lleva el sabio al estúpido? ¿Qué tiene el afligido al saber andar enfrente de los vivientes? 9 Mejor es el ver de los ojos que el andar de un lugar a otro del alma. Esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento. 10 Cualquier cosa que haya llegado a ser, su nombre ya ha sido pronunciado, y se ha llegado a saber lo que es el hombre; y él no puede defender su causa con uno que es más poderoso que él. 11 Dado que existen muchas cosas que causan mucha vanidad, ¿qué ventaja tiene el hombre? 12 Pues, ¿quién hay que sepa cuál es el bien que el hombre tiene en la vida por el número de los días de su vida vana, cuando él los pasa como una sombra? Pues, ¿quién puede decir al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?
Núm. 1: Eclesiastés 6:1-12
6 Existe una calamidad que he visto bajo el sol, y es frecuente entre la humanidad: 2 un hombre a quien el Dios [verdadero] da riquezas y posesiones materiales y gloria y que, para su alma, no necesita ninguna de las cosas por las que muestra anhelo, y sin embargo el Dios [verdadero] no lo habilita para comer de ello, aunque un simple extranjero puede comerlo. Esto es vanidad y es una enfermedad mala. 3 Si un hombre llegara a ser padre cien veces, y viviera muchos años, de modo que los días de sus años llegaran a ser numerosos, pero su propia alma no está satisfecha con cosas buenas y ni siquiera el sepulcro ha llegado a ser suyo, tengo que decir que mejor le va a uno que nace prematuramente que a él. 4 Pues en vano ha venido este, y en oscuridad se va, y con oscuridad quedará cubierto su propio nombre. 5 Ni siquiera ha visto el sol mismo, ni lo ha conocido. Este tiene descanso más bien que aquel. 6 Aun suponiendo que haya vivido mil años dos veces y sin embargo no haya visto lo que es bueno, ¿no es a un solo lugar adonde todos van? 7 Todo el duro trabajo de la humanidad es para su boca, pero aun su propia alma no se llena. 8 Pues, ¿qué ventaja le lleva el sabio al estúpido? ¿Qué tiene el afligido al saber andar enfrente de los vivientes? 9 Mejor es el ver de los ojos que el andar de un lugar a otro del alma. Esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento. 10 Cualquier cosa que haya llegado a ser, su nombre ya ha sido pronunciado, y se ha llegado a saber lo que es el hombre; y él no puede defender su causa con uno que es más poderoso que él. 11 Dado que existen muchas cosas que causan mucha vanidad, ¿qué ventaja tiene el hombre? 12 Pues, ¿quién hay que sepa cuál es el bien que el hombre tiene en la vida por el número de los días de su vida vana, cuando él los pasa como una sombra? Pues, ¿quién puede decir al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?
Núm. 2: ¿Qué indica el aumento del desafuero? (rs pág. 422 párr. 4–pág. 423 párr. 1)
*** rs pág. 422 párr. 4 - pág. 423 párr. 1 Últimos días ***
‘Aumento del desafuero acompañado de un enfriamiento del amor de la mayor parte’ (Mat. 24:11, 12)
Un eminente criminalista dice: “Lo que salta a la vista cuando uno observa el delito a nivel mundial es el hecho de que por todas partes va aumentando y extendiéndose con persistencia. Las excepciones que hay resaltan como casos de esplendor aislado, y tal vez pronto se los trague la marea que va subiendo” (The Growth of Crime [El delito crece], Nueva York, 1977, sir Leon Radzinowicz y Joan King, págs. 4, 5). El aumento es real; no es sencillamente un asunto de que haya mejor informe de los delitos. Es cierto que en generaciones pasadas también hubo delincuentes y criminales, pero nunca antes ha estado el delito tan difundido como ahora. Personas de edad saben esto por experiencia propia.
El desafuero a que se refiere la profecía incluye desacato a las leyes conocidas de Dios, el ponerse el individuo a sí mismo en el centro de su vida, en vez de tener allí a Dios. Como resultado de esta actitud, la tasa del divorcio ha aumentado vertiginosamente, se aceptan comúnmente el tener relaciones sexuales fuera del vínculo matrimonial y la homosexualidad, y cada año se practican decenas de millones de abortos. Tal desafuero se asocia (en Mateo 24:11, 12) con la influencia de falsos profetas, los que rechazan la Palabra de Dios para aceptar sus propias enseñanzas. El prestar atención a las filosofías de estos en lugar de apegarse a la Biblia contribuye a que haya un mundo desamorado (1 Juan 4:8). Lea la descripción de ese mundo en 2 Timoteo 3:1-5.
Núm. 3: Por qué un cristiano genuino obedece la exhortación de Romanos 12:19
(Romanos 12:19) No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: “Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová”.
*** w07 1/7 “No devuelvan mal por mal a nadie”***
“No devuelvan mal por mal a nadie. Provean cosas excelentes a vista de todos los hombres.” (ROMANOS 12:17.)
POR lo general, cuando un niño recibe un empujón de su hermano, su primera reacción es devolverlo. Por desgracia, no solo los niños tienden a reaccionar así. Muchos adultos actúan igual: cuando alguien les ofende, procuran vengarse. Claro, la mayoría no va a recurrir a los empujones, pero muchos sí devolverán los golpes de maneras más sutiles. Puede que esparzan chismes sobre la persona que les ofendió o busquen otras formas de perjudicarla. Pero aunque los métodos varíen, la intención es siempre pagar con la misma moneda.
2 Es cierto que todos sentimos en nuestro interior el impulso de vengarnos, pero los verdaderos cristianos luchamos por dominarlo y así seguir la exhortación del apóstol Pablo: “No devuelvan mal por mal a nadie” (Romanos 12:17). ¿Qué nos motivará a aplicar en nuestra vida esta elevada norma? ¿A quiénes no debemos devolver mal por mal? ¿Qué beneficios obtendremos al negarnos a tomar represalias? Para dar respuesta a estas preguntas, estudiemos el contexto de las palabras de Pablo. En el capítulo 12 de Romanos veremos que quienes renuncian a vengarse hacen lo que deben, demuestran amor y actúan con modestia. Examinaremos uno a uno estos tres puntos.
“Por consiguiente, les suplico”
3 A partir del capítulo 12, Pablo trata cuatro aspectos de la vida del cristiano: su relación con Jehová, con los hermanos en la fe, con los no creyentes y con las autoridades del gobierno. En primer lugar, el apóstol indica que hay una razón fundamental para combatir el impulso de vengarse y otras malas tendencias. Él escribió: “Por consiguiente, les suplico por las compasiones de Dios, hermanos” (Romanos 12:1). Fijémonos en la expresión “por consiguiente”, que equivale a “en vista de lo anterior”. En otras palabras, lo que Pablo dijo fue: “En vista de lo que acabo de explicarles, les suplico que hagan lo que les voy a decir”. ¿Y qué les había explicado a aquellos cristianos de Roma?
4 En los primeros once capítulos de su carta, Pablo había hablado de que Israel, en conjunto, había desaprovechado una maravillosa oportunidad que ahora se abría tanto a judíos como a gentiles: la oportunidad de gobernar con Cristo en el Reino de Dios (Romanos 11:13-36). Este privilegio tan especial era posible únicamente “por las compasiones de Dios”. En efecto, Dios les había hecho a aquellos cristianos una gran demostración de bondad inmerecida. ¿Cómo debían responder ellos? Debían sentir gratitud, una gratitud tan profunda que los moviera a hacer lo que Pablo dijo a continuación: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio” (Romanos 12:1). Ahora bien, ¿cómo iban a presentarse aquellos cristianos en “sacrificio” a Dios?
5 Pablo pasa a explicar: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2). En vez de permitir que el espíritu del mundo moldeara su mente, debían rehacerla adoptando el modo de pensar de Cristo (1 Corintios 2:16; Filipenses 2:5). Hasta el día de hoy, esa es la norma que debe gobernar la conducta de todos los cristianos verdaderos.
6 ¿Cómo nos ayuda el razonamiento de Romanos 12:1, 2? Al igual que aquellos cristianos ungidos de Roma, agradecemos profundamente todas las muestras de compasión que Dios nos ha dado y que sigue dándonos día a día. Por consiguiente, la gratitud que sentimos nos impulsa a servir a Dios con todas nuestras fuerzas, recursos y talentos. También nos mueve a esforzarnos al máximo por librarnos de la mentalidad del mundo y adoptar la forma de pensar de Cristo. Cuando tenemos la mente de Cristo, lo demostramos en el trato que damos tanto a los hermanos como a los no creyentes (Gálatas 5:25). Y, teniendo en cuenta el tema que estamos tratando, si pensamos como Cristo, sentiremos la obligación moral de combatir los deseos de vengarnos (1 Pedro 2:21-23).
“Amor sin hipocresía”
7 Pero, aparte del deber moral, hay otra razón que nos mueve a no vengarnos: el amor. Observemos la forma en que el apóstol Pablo pasa a analizar esta segunda motivación. En la carta a los Romanos, Pablo ya había empleado varias veces la palabra griega a‧gá‧pe para referirse al amor que Dios y Cristo nos tienen (Romanos 5:5, 8; 8:35, 39). Sin embargo, en el capítulo 12 utiliza ese término de forma distinta: ahora se refiere al amor que nosotros mostramos al prójimo. Aunque menciona primero que no todos los cristianos tenemos los mismos dones espirituales, luego señala que hay una cualidad que sí debemos cultivar todos: “amor sin hipocresía” (Romanos 12:4-9). Ciertamente, el amor al prójimo es la marca que nos distingue como cristianos verdaderos (Marcos 12:28-31). Y Pablo nos anima a asegurarnos de que ese amor sea sincero.
8 Luego, Pablo indica cómo se muestra el amor sin hipocresía, pues sigue diciendo: “Aborrezcan lo que es inicuo; adhiéranse a lo que es bueno” (Romanos 12:9). “Aborrezcan” y “adhiéranse” son palabras enérgicas. El término original para “aborrezcan” puede verterse también “odien fuertemente”. No solo debemos detestar las consecuencias del mal, sino el mal en sí mismo (Salmo 97:10). Por su parte, la palabra “adhiéranse” traduce una forma verbal griega que, literalmente, significa “péguense (a algo)”. El cristiano que tiene amor genuino se “pega” a la bondad, adhiriéndose a esta cualidad con tanta firmeza que llega a ser un componente inseparable de su personalidad.
9 En el resto del capítulo 12, Pablo alude varias veces a una forma particular de mostrar amor: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen; estén bendiciendo, y no maldiciendo”. “No devuelvan mal por mal a nadie.” “No se venguen, amados.” “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Romanos 12:14, 17-19, 21.) Sus palabras dejan muy claro cómo debemos tratar a los no creyentes, incluso si se oponen a nosotros.
“Sigan bendiciendo a los que los persiguen”
10 Pensemos en el consejo de Pablo: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen” (Romanos 12:14). ¿Cómo podemos obedecerlo? Jesús mandó a sus discípulos: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mateo 5:44; Lucas 6:27, 28). Por lo tanto, podemos seguir el consejo del apóstol orando por nuestros opositores, rogándole a Jehová que, si alguno nos persigue por ignorancia, le abra los ojos a la verdad (2 Corintios 4:4). Quizás nos sintamos raros pidiéndole a Dios que bendiga a nuestros enemigos. Sin embargo, cuanto más nos esforcemos por adoptar la mentalidad de Cristo, más fácil se nos hará amarlos (Lucas 23:34). ¿Y cuál pudiera ser el resultado de mostrar ese amor?
11 Entre las personas que han orado por sus perseguidores figura Esteban, cuya petición no quedó sin respuesta. No mucho después del Pentecostés del año 33, los enemigos de la congregación cristiana lo apresaron, lo sacaron de Jerusalén a rastras y lo apedrearon. Pero antes de morir, él clamó: “Jehová, no les imputes este pecado” (Hechos 7:58–8:1). Este asesinato contó con la presencia y aprobación de Saulo, de modo que él fue uno de los hombres por los que Esteban oró aquel día. Posteriormente, Jesús resucitado se apareció a Saulo, el cual dejó de perseguir a los cristianos. De hecho, se hizo uno de ellos y llegó a ser el apóstol Pablo, quien, como sabemos, escribió la carta a los Romanos (Hechos 26:12-18). Es evidente que, en armonía con la oración de Esteban, Jehová le perdonó a Pablo que hubiera atacado a sus siervos (1 Timoteo 1:12-16). ¡Con razón Pablo dirigió a los cristianos la exhortación: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen”! Él sabía por experiencia propia que algunos podían llegar a ser siervos de Dios. En nuestros días también ha habido opositores que se han hecho creyentes al observar la conducta pacífica de los testigos de Jehová.
“Sean pacíficos con todos los hombres”
12 Pablo nos anima a tratar bien a todas las personas, sean o no creyentes: “No devuelvan mal por mal a nadie”. Este consejo es una consecuencia lógica de otro que había dado antes: “Aborrezcan lo que es inicuo”. En efecto, no sería lógico andar diciendo que aborrecemos los malos actos, pero luego recurrir a ellos para vengarnos. De hecho, eso sería todo lo contrario a tener un amor “sin hipocresía”. El siguiente consejo de Pablo es que hagamos “cosas excelentes a [la] vista de todos los hombres” (Romanos 12:9, 17). ¿Qué aplicación tienen estas palabras?
13 Pablo ya había escrito para aquel entonces su carta a los Corintios, en la cual decía lo siguiente sobre la persecución que afrontaban los apóstoles: “Hemos llegado a ser un espectáculo teatral al mundo, tanto a ángeles como a hombres. [...] Cuando se nos injuria, bendecimos; cuando se nos persigue, lo soportamos; cuando se nos infama, suplicamos” (1 Corintios 4:9-13). Los cristianos verdaderos seguimos siendo el blanco de las miradas de la gente del mundo. A veces, las personas que nos rodean responden mejor a nuestro mensaje al ver que hacemos buenas obras incluso cuando estamos recibiendo un trato injusto (1 Pedro 2:12).
14 Ahora bien, ¿hasta dónde debemos llegar para promover la paz en nuestras relaciones? Hasta donde sea posible. Pablo les dice a sus hermanos cristianos: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:18). Las expresiones “si es posible” y “en cuanto dependa de ustedes” indican que no siempre existirá la posibilidad de estar en paz con la gente. Por ejemplo, nunca estaría justificado que, tratando de vivir en paz con el prójimo, desobedeciéramos a Dios (Mateo 10:34-36; Hebreos 12:14). Pero, dentro del respeto a los principios justos, siempre debemos hacer todo lo humanamente posible por ser pacíficos “con todos los hombres”.
“No se venguen”
15 Pablo apunta a la modestia como otra poderosa razón para no desquitarse: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’” (Romanos 12:19). Quien procura vengarse no es modesto, pues se toma libertades indebidas al atribuirse un derecho que solo le pertenece a Dios (Mateo 7:1). Además, al tomarse la justicia por su mano, demuestra que no confía en la promesa que hace Jehová: “Yo pagaré”, es decir, “Yo le daré a cada cual su merecido” (La Palabra de Dios para Todos). En cambio, el verdadero cristiano confía en que Jehová “hará [...] que se haga justicia a sus escogidos” (Lucas 18:7, 8; 2 Tesalonicenses 1:6-8). Con modestia, deja la venganza en manos de Dios (Jeremías 30:23, 24; Romanos 1:18).
16 Cuando nos vengamos de un enemigo, es fácil que su corazón se endurezca, pero cuando lo tratamos con bondad, es probable que se ablande. ¿Por qué? Observe lo que Pablo escribe a los cristianos de Roma: “Si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque haciendo esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza” (Romanos 12:20; Proverbios 25:21, 22). ¿Qué significan estas palabras?
17 La expresión “amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza” es obviamente metafórica. Alude al método utilizado en tiempos bíblicos para fundir los metales. El mineral se introducía en un horno y se colocaba sobre brasas. Pero también se le ponían brasas encima a fin de aumentar el calor y fundir el duro metal, lo que llevaba a que se separara de las impurezas del mineral. Del mismo modo, cuando tratamos con bondad a un opositor, podemos derretir su corazón de hierro y lograr que afloren sus mejores cualidades (2 Reyes 6:14-23). De hecho, muchas personas se han acercado a la congregación cristiana atraídas por la bondad con que las trataron los siervos de Jehová y han llegado a abrazar la adoración verdadera.
Las razones por las que no nos vengamos
18 En este breve examen del capítulo 12 de Romanos hemos visto varias razones importantes para “no dev[olver] mal por mal a nadie”. En primer lugar, porque es nuestro deber. En vista de la compasión que Dios nos muestra, es justo y razonable dedicarnos por completo a él y obedecer de buena gana sus mandamientos, incluido el que nos ordena amar a nuestros enemigos. En segundo lugar, es una muestra de amor. Al no desquitarnos y promover la paz, demostramos que amamos incluso a nuestros opositores más crueles y que no perdemos la esperanza de que se hagan siervos de Jehová. Y en tercer lugar, manifestamos modestia. El que se venga se toma libertades indebidas, pues Jehová declara: “Mía es la venganza”. La Palabra de Dios también nos advierte: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos” (Proverbios 11:2). En efecto, actuaremos con sabiduría y modestia si dejamos la venganza en manos de Dios.
19 Como resumen de su disertación sobre el trato al prójimo, Pablo hace esta exhortación: “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien” (Romanos 12:21). Ahora bien, ¿a qué fuerzas del mal nos enfrentamos hoy? ¿Cómo podemos vencerlas? En el próximo artículo veremos la respuesta a estas y a otras preguntas relacionadas.
*** w07 1/7 “No devuelvan mal por mal a nadie”***
“No devuelvan mal por mal a nadie. Provean cosas excelentes a vista de todos los hombres.” (ROMANOS 12:17.)
POR lo general, cuando un niño recibe un empujón de su hermano, su primera reacción es devolverlo. Por desgracia, no solo los niños tienden a reaccionar así. Muchos adultos actúan igual: cuando alguien les ofende, procuran vengarse. Claro, la mayoría no va a recurrir a los empujones, pero muchos sí devolverán los golpes de maneras más sutiles. Puede que esparzan chismes sobre la persona que les ofendió o busquen otras formas de perjudicarla. Pero aunque los métodos varíen, la intención es siempre pagar con la misma moneda.
2 Es cierto que todos sentimos en nuestro interior el impulso de vengarnos, pero los verdaderos cristianos luchamos por dominarlo y así seguir la exhortación del apóstol Pablo: “No devuelvan mal por mal a nadie” (Romanos 12:17). ¿Qué nos motivará a aplicar en nuestra vida esta elevada norma? ¿A quiénes no debemos devolver mal por mal? ¿Qué beneficios obtendremos al negarnos a tomar represalias? Para dar respuesta a estas preguntas, estudiemos el contexto de las palabras de Pablo. En el capítulo 12 de Romanos veremos que quienes renuncian a vengarse hacen lo que deben, demuestran amor y actúan con modestia. Examinaremos uno a uno estos tres puntos.
“Por consiguiente, les suplico”
3 A partir del capítulo 12, Pablo trata cuatro aspectos de la vida del cristiano: su relación con Jehová, con los hermanos en la fe, con los no creyentes y con las autoridades del gobierno. En primer lugar, el apóstol indica que hay una razón fundamental para combatir el impulso de vengarse y otras malas tendencias. Él escribió: “Por consiguiente, les suplico por las compasiones de Dios, hermanos” (Romanos 12:1). Fijémonos en la expresión “por consiguiente”, que equivale a “en vista de lo anterior”. En otras palabras, lo que Pablo dijo fue: “En vista de lo que acabo de explicarles, les suplico que hagan lo que les voy a decir”. ¿Y qué les había explicado a aquellos cristianos de Roma?
4 En los primeros once capítulos de su carta, Pablo había hablado de que Israel, en conjunto, había desaprovechado una maravillosa oportunidad que ahora se abría tanto a judíos como a gentiles: la oportunidad de gobernar con Cristo en el Reino de Dios (Romanos 11:13-36). Este privilegio tan especial era posible únicamente “por las compasiones de Dios”. En efecto, Dios les había hecho a aquellos cristianos una gran demostración de bondad inmerecida. ¿Cómo debían responder ellos? Debían sentir gratitud, una gratitud tan profunda que los moviera a hacer lo que Pablo dijo a continuación: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio” (Romanos 12:1). Ahora bien, ¿cómo iban a presentarse aquellos cristianos en “sacrificio” a Dios?
5 Pablo pasa a explicar: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos 12:2). En vez de permitir que el espíritu del mundo moldeara su mente, debían rehacerla adoptando el modo de pensar de Cristo (1 Corintios 2:16; Filipenses 2:5). Hasta el día de hoy, esa es la norma que debe gobernar la conducta de todos los cristianos verdaderos.
6 ¿Cómo nos ayuda el razonamiento de Romanos 12:1, 2? Al igual que aquellos cristianos ungidos de Roma, agradecemos profundamente todas las muestras de compasión que Dios nos ha dado y que sigue dándonos día a día. Por consiguiente, la gratitud que sentimos nos impulsa a servir a Dios con todas nuestras fuerzas, recursos y talentos. También nos mueve a esforzarnos al máximo por librarnos de la mentalidad del mundo y adoptar la forma de pensar de Cristo. Cuando tenemos la mente de Cristo, lo demostramos en el trato que damos tanto a los hermanos como a los no creyentes (Gálatas 5:25). Y, teniendo en cuenta el tema que estamos tratando, si pensamos como Cristo, sentiremos la obligación moral de combatir los deseos de vengarnos (1 Pedro 2:21-23).
“Amor sin hipocresía”
7 Pero, aparte del deber moral, hay otra razón que nos mueve a no vengarnos: el amor. Observemos la forma en que el apóstol Pablo pasa a analizar esta segunda motivación. En la carta a los Romanos, Pablo ya había empleado varias veces la palabra griega a‧gá‧pe para referirse al amor que Dios y Cristo nos tienen (Romanos 5:5, 8; 8:35, 39). Sin embargo, en el capítulo 12 utiliza ese término de forma distinta: ahora se refiere al amor que nosotros mostramos al prójimo. Aunque menciona primero que no todos los cristianos tenemos los mismos dones espirituales, luego señala que hay una cualidad que sí debemos cultivar todos: “amor sin hipocresía” (Romanos 12:4-9). Ciertamente, el amor al prójimo es la marca que nos distingue como cristianos verdaderos (Marcos 12:28-31). Y Pablo nos anima a asegurarnos de que ese amor sea sincero.
8 Luego, Pablo indica cómo se muestra el amor sin hipocresía, pues sigue diciendo: “Aborrezcan lo que es inicuo; adhiéranse a lo que es bueno” (Romanos 12:9). “Aborrezcan” y “adhiéranse” son palabras enérgicas. El término original para “aborrezcan” puede verterse también “odien fuertemente”. No solo debemos detestar las consecuencias del mal, sino el mal en sí mismo (Salmo 97:10). Por su parte, la palabra “adhiéranse” traduce una forma verbal griega que, literalmente, significa “péguense (a algo)”. El cristiano que tiene amor genuino se “pega” a la bondad, adhiriéndose a esta cualidad con tanta firmeza que llega a ser un componente inseparable de su personalidad.
9 En el resto del capítulo 12, Pablo alude varias veces a una forma particular de mostrar amor: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen; estén bendiciendo, y no maldiciendo”. “No devuelvan mal por mal a nadie.” “No se venguen, amados.” “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Romanos 12:14, 17-19, 21.) Sus palabras dejan muy claro cómo debemos tratar a los no creyentes, incluso si se oponen a nosotros.
“Sigan bendiciendo a los que los persiguen”
10 Pensemos en el consejo de Pablo: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen” (Romanos 12:14). ¿Cómo podemos obedecerlo? Jesús mandó a sus discípulos: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mateo 5:44; Lucas 6:27, 28). Por lo tanto, podemos seguir el consejo del apóstol orando por nuestros opositores, rogándole a Jehová que, si alguno nos persigue por ignorancia, le abra los ojos a la verdad (2 Corintios 4:4). Quizás nos sintamos raros pidiéndole a Dios que bendiga a nuestros enemigos. Sin embargo, cuanto más nos esforcemos por adoptar la mentalidad de Cristo, más fácil se nos hará amarlos (Lucas 23:34). ¿Y cuál pudiera ser el resultado de mostrar ese amor?
11 Entre las personas que han orado por sus perseguidores figura Esteban, cuya petición no quedó sin respuesta. No mucho después del Pentecostés del año 33, los enemigos de la congregación cristiana lo apresaron, lo sacaron de Jerusalén a rastras y lo apedrearon. Pero antes de morir, él clamó: “Jehová, no les imputes este pecado” (Hechos 7:58–8:1). Este asesinato contó con la presencia y aprobación de Saulo, de modo que él fue uno de los hombres por los que Esteban oró aquel día. Posteriormente, Jesús resucitado se apareció a Saulo, el cual dejó de perseguir a los cristianos. De hecho, se hizo uno de ellos y llegó a ser el apóstol Pablo, quien, como sabemos, escribió la carta a los Romanos (Hechos 26:12-18). Es evidente que, en armonía con la oración de Esteban, Jehová le perdonó a Pablo que hubiera atacado a sus siervos (1 Timoteo 1:12-16). ¡Con razón Pablo dirigió a los cristianos la exhortación: “Sigan bendiciendo a los que los persiguen”! Él sabía por experiencia propia que algunos podían llegar a ser siervos de Dios. En nuestros días también ha habido opositores que se han hecho creyentes al observar la conducta pacífica de los testigos de Jehová.
“Sean pacíficos con todos los hombres”
12 Pablo nos anima a tratar bien a todas las personas, sean o no creyentes: “No devuelvan mal por mal a nadie”. Este consejo es una consecuencia lógica de otro que había dado antes: “Aborrezcan lo que es inicuo”. En efecto, no sería lógico andar diciendo que aborrecemos los malos actos, pero luego recurrir a ellos para vengarnos. De hecho, eso sería todo lo contrario a tener un amor “sin hipocresía”. El siguiente consejo de Pablo es que hagamos “cosas excelentes a [la] vista de todos los hombres” (Romanos 12:9, 17). ¿Qué aplicación tienen estas palabras?
13 Pablo ya había escrito para aquel entonces su carta a los Corintios, en la cual decía lo siguiente sobre la persecución que afrontaban los apóstoles: “Hemos llegado a ser un espectáculo teatral al mundo, tanto a ángeles como a hombres. [...] Cuando se nos injuria, bendecimos; cuando se nos persigue, lo soportamos; cuando se nos infama, suplicamos” (1 Corintios 4:9-13). Los cristianos verdaderos seguimos siendo el blanco de las miradas de la gente del mundo. A veces, las personas que nos rodean responden mejor a nuestro mensaje al ver que hacemos buenas obras incluso cuando estamos recibiendo un trato injusto (1 Pedro 2:12).
14 Ahora bien, ¿hasta dónde debemos llegar para promover la paz en nuestras relaciones? Hasta donde sea posible. Pablo les dice a sus hermanos cristianos: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:18). Las expresiones “si es posible” y “en cuanto dependa de ustedes” indican que no siempre existirá la posibilidad de estar en paz con la gente. Por ejemplo, nunca estaría justificado que, tratando de vivir en paz con el prójimo, desobedeciéramos a Dios (Mateo 10:34-36; Hebreos 12:14). Pero, dentro del respeto a los principios justos, siempre debemos hacer todo lo humanamente posible por ser pacíficos “con todos los hombres”.
“No se venguen”
15 Pablo apunta a la modestia como otra poderosa razón para no desquitarse: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’” (Romanos 12:19). Quien procura vengarse no es modesto, pues se toma libertades indebidas al atribuirse un derecho que solo le pertenece a Dios (Mateo 7:1). Además, al tomarse la justicia por su mano, demuestra que no confía en la promesa que hace Jehová: “Yo pagaré”, es decir, “Yo le daré a cada cual su merecido” (La Palabra de Dios para Todos). En cambio, el verdadero cristiano confía en que Jehová “hará [...] que se haga justicia a sus escogidos” (Lucas 18:7, 8; 2 Tesalonicenses 1:6-8). Con modestia, deja la venganza en manos de Dios (Jeremías 30:23, 24; Romanos 1:18).
16 Cuando nos vengamos de un enemigo, es fácil que su corazón se endurezca, pero cuando lo tratamos con bondad, es probable que se ablande. ¿Por qué? Observe lo que Pablo escribe a los cristianos de Roma: “Si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque haciendo esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza” (Romanos 12:20; Proverbios 25:21, 22). ¿Qué significan estas palabras?
17 La expresión “amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza” es obviamente metafórica. Alude al método utilizado en tiempos bíblicos para fundir los metales. El mineral se introducía en un horno y se colocaba sobre brasas. Pero también se le ponían brasas encima a fin de aumentar el calor y fundir el duro metal, lo que llevaba a que se separara de las impurezas del mineral. Del mismo modo, cuando tratamos con bondad a un opositor, podemos derretir su corazón de hierro y lograr que afloren sus mejores cualidades (2 Reyes 6:14-23). De hecho, muchas personas se han acercado a la congregación cristiana atraídas por la bondad con que las trataron los siervos de Jehová y han llegado a abrazar la adoración verdadera.
Las razones por las que no nos vengamos
18 En este breve examen del capítulo 12 de Romanos hemos visto varias razones importantes para “no dev[olver] mal por mal a nadie”. En primer lugar, porque es nuestro deber. En vista de la compasión que Dios nos muestra, es justo y razonable dedicarnos por completo a él y obedecer de buena gana sus mandamientos, incluido el que nos ordena amar a nuestros enemigos. En segundo lugar, es una muestra de amor. Al no desquitarnos y promover la paz, demostramos que amamos incluso a nuestros opositores más crueles y que no perdemos la esperanza de que se hagan siervos de Jehová. Y en tercer lugar, manifestamos modestia. El que se venga se toma libertades indebidas, pues Jehová declara: “Mía es la venganza”. La Palabra de Dios también nos advierte: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra; pero la sabiduría está con los modestos” (Proverbios 11:2). En efecto, actuaremos con sabiduría y modestia si dejamos la venganza en manos de Dios.
19 Como resumen de su disertación sobre el trato al prójimo, Pablo hace esta exhortación: “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien” (Romanos 12:21). Ahora bien, ¿a qué fuerzas del mal nos enfrentamos hoy? ¿Cómo podemos vencerlas? En el próximo artículo veremos la respuesta a estas y a otras preguntas relacionadas.
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